Descripción
¿Concierne a los organismos el conocimiento? ¿Cómo se obtiene el conocimiento? ¿Como sabemos que nuestra información es conocimiento y no una simple opinión? Estas preguntas son sustantivas para entender la importancia de los métodos utilizados para percibir, codificar, recordar, y utilizar información. En primera instancia se puede afirmar categóricamente que todos los organismos tienen la necesidad primaria de certeza. En otras palabras, el no asociar, aunque sea de la manera más simple, estímulos con consecuencias, es una receta segura a la extinción. Así, el ente vivo cuya acción es contingente a un estímulo dañino, neutral o beneficial, tendrá a lo largo de la evolución, como consecuencia de su accionar, que los elementos cuyas características concuerden con las especificaciones del medio sobrevivan; mientras que cuando la contingencia sea o lo dañino venga su desaparición. Bajo estas condiciones, cuando el patrón conductual es adaptativo al medio, el ente sobrevive y transmite a futuras generaciones la pauta de la unidad original. Considerando el papel fundamental de la evolución en asegurar información suficiente para sobrevivir, es necesario ubicar a nuestra especie en el contexto de dicho proceso.
Un sobrio examen de las distintas etapas evolutivas de la humanidad evidencia los hoy añejos vestigios de un sistema nervioso recogido de los reptiles hace ya más de 400 millones de años, 100 millones de años después se da la transformación encaminada a la conformación de las especies de mamíferos, trascendiendo luego a los primates, y finalmente, hace 4 millones de años en la zona de Kenia, a los primeros australopitecos. A continuación, ya hace 1.8 millones de años aparecen una serie de formas de homo, desde los homo-habilis pasando por los homo-erectus y hasta los sapiens. Constante en el proceso de evolución es inobjetable la rigidez y permanencia de los cromosomas cuyas características resultaron adaptativas en un ecosistema y momento particular, cualquier modificación, resultante sólo cuando un patrón conductual es incompatible con un hábitat particular que atenta contra la sobrevivencia del organismo, siendo así, la resultante es conservadora de las pautas de información genética transmitida con pocas variaciones por los siglos de los siglos.
En el transitar permanente de espacios comunes y patrones conductuales reiterativos de lo conocido, hace exactamente 130 mil años, durante la Era de piedra, algunos aventurados antepasados muestran una novedosa concepción de la materia al desarrollar embarcaciones que les permiten surcar las aguas del Mediterráneo para arribar en la isla de Creta provenientes del sur de Europa. Luego de un abundante letargo, contabilizado en decenas de miles de años, aparece como contraparte de la caza y la recolección nómada, la agricultura y vestigios de escritura, y como efecto se va dejando atrás a la prehistoria. Así, hace unos 8 mil años se rencuentra la especie con la generación de conocimiento y aplicación del mismo. En esta nueva etapa, al acercarse la cuenta regresiva de la cronología contemporánea, chinos y egipcios se aventuran en la exploración reflexiva del humano y de su entorno. La cúspide de dicha indagatoria se alcanza entre los griegos clásicos que se debaten entre los principios, procesos e implicaciones de fenómenos vinculados a las esferas celestiales, los hábitats terrícolas, sus habitantes, sus recorridos y su esencia.
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