Descripción
La violencia ha sido un fenómeno social inseparable de la vida humana y presente en todas y cada una de las etapas de su evolución histórica. Como fenómeno social trasciende el ámbito individual, repercute en las relaciones interpersonales o en las formas de ser colectivas, y altera de alguna manera productos sociales, como la economía, la cultura, las costumbres y la propia organización social y sus instituciones.
Ya sea que se considere inherente a la condición humana, o como resultado de actitudes aprendidas en un medio sociocultural proclive a la transgresión, o como conducta adquirida producto de un sentimiento de frustración, el hecho es que la violencia está presente en el acontecer diario en diferentes formas y grados de rudeza. En este panorama caben la violencia intrafamiliar, con su capítulo especial del niño maltratado, la violencia de género y la que se ejerce en el ámbito escolar, los actos violentos cometidos por individuos que comportan trastornos mentales o psicológicos, la violencia juvenil que se expresa en la lucha de pandillas y la violencia urbana, como el homicidio simple, la violación y el asalto violento.
Por lo general tanto la organización de los servicios como las instituciones y el personal de salud tienen la capacidad para resolver satisfactoriamente la problemática generada por estos tipos de violencia en cuanto a la integridad física y mental de las víctimas, problemas que, junto con los daños a la salud provocados por los accidentes, conforman el trauma común y cotidiano.
Es indudable que los desequilibrios sociales representan una de las causas más relevantes de la violencia. Por lo mismo, está fuera de duda que los esfuerzos para combatirla se deben dirigir esencialmente al mejoramiento de los niveles de vida, la educación y el desarrollo integral del grupo social. Sin embargo, los resultados positivos de esta estrategia sólo se podrán observar como producto de un esfuerzo continuado en el mediano y el largo plazo. Entre tanto, uno de los empeños más firmes deberá dirigirse a mitigar los efectos nocivos de la violencia en la salud, particularmente aquellos que tienen su origen en actos de violencia extrema.
Los daños a la salud de esta naturaleza son muy diferentes, por su complejidad y requerimientos, a los que se observan en el trauma común, por lo que los procesos dirigidos a lograr su reparación y la recuperación total de las víctimas son esencialmente diferentes y particulares. En principio, se requiere que la violencia sea reconocida como un verdadero problema de salud pública y que ello propicie la generación de políticas y planes que permitan una respuesta oportuna y eficaz de la organización social en salud ante una situación emergente por violencia extrema, sin tener que improvisar ante lo imprevisto; y la garantía de una atención médica apropiada y puntual a todo lo largo de la cadena de atención del lesionado, desde las unidades elementales con muy escasos recursos humanos y tecnológicos hasta los grandes centros hospitalarios. Ello implica la incorporación de los conceptos fundamentales del trauma grave en la currícula de las escuelas de formación, el desarrollo de conocimientos y habilidades correspondientes en las residencias quirúrgicas, la aplicación de protocolos uniformes de atención prehospitalaria, la realización de acciones de educación médica continua para la capacitación permanente del personal de salud en los diferentes niveles de atención y el entrenamiento específico del cirujano general responsable del tratamiento de lesionados en técnicas quirúrgicas avanzadas de cirugía del trauma.
La presente obra, Lesiones por violencia extrema, que reúne los conocimientos y experiencia de expertos en la materia, pretende ser, dentro de sus alcances y limitaciones, una guía práctica para la toma de decisiones y, de alguna manera, una contribución para el logro de los propósitos aquí señalados.
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