Descripción
En efecto, después del accidente terrible de automóvil del que fui víctima, como ya sólo trataba con norteamericanos y mis relaciones de estos últimos diez años se encontraban casi todas en los Estados Unidos, no tenía necesidad de acudir a recursos especiales por disponer siempre allá de todo tipo de tierra fértil con diversos grados de vivificación, con el propósito de sembrar en ella gérmenes divinos susceptibles de generar factores benéficos para mi ser
Aunque las exigencias voluntarias que me he impuesto y los principios originales que he practicado en el transcurso de los últimos siete años deben ser develados en el curso de este libro, sin embargo, el sentimiento de admiración y gratitud que me desborda incita a todo mi ser a comentar sobre el principio de vida exterior que se ha convertido para mí, de manera inesperada, en una fuente inagotable de bondades.
Quiero hablar del principio que ya he definido en estos términos: «pisarles a todos los que encuentre el callo más sensible».
Este principio llegó a ser verdaderamente milagroso para mí, pues no sólo ponía a mi disposición, siempre y en todas partes, un material abundante con vistas a mi meta principal, es decir, para mi regeneración, sino que además afectaba a tal punto a todos los que se topaban conmigo, que cada uno, sin que yo tuviera que hacer el menor esfuerzo, se afanaba en quitarse con la mayor satisfacción, la máscara con que solemnemente le habían gratificado papá y mamá.
Y esto me proporcionaba una agilidad inmediata e incomparable para contemplar tranquilamente lo que su mundo interior contenía de valores reales que habían permanecido intactos desde la infancia, y a la vez la mugre nauseabunda acumulada a lo largo de una «educación» absolutamente anormal.
Se debe tan sólo a este principio, a este principio para mí divino, el que yo haya podido discernir y comprender finalmente las sutilezas profundamente escondidas del alma humana que me intrigaron tanto toda mi vida.
Es a él y sólo a él que debo todo lo que poseo hoy en día.
Y poseo una «riqueza interior» que objetivamente hablando vale más que todas las fortunas fabulosas de las que pueda soñar el cerebro humano, como por ejemplo todos los bienes que han afluido sobre la heredera de las tiendas New York five-and-ten,aunados a todo lo atesorado en las famosas medias de lana de todos los campesinos de Francia.
En cuanto al sentido real de esta riqueza interior, hablaré de ella más tarde en detalle.
Mientras tanto, para hacer justicia a este principio, diré que a él le debo haber perdido absolutamente todo lo que poseía en cuanto a «riquezas» o más bien lo que la gente llama así.
Y me ha hecho perder no sólo todos los bienes que poseía, sino también a todos los susodichos «amigos», y hasta el «privilegio de ser envidiado», en una palabra, todo lo que me hacía aparecer ante los ojos de mis contemporáneos no como un vulgar «rabo de perro», sino como uno de los grandes «ases» de la época.
Y sin embargo, lo afirmo, a pesar de todo —hoy mismo, mientras escribo estas líneas, cuando las condiciones generales de mi vida ordinaria se agravan día a día según una constante conforme a las leyes y han llegado a tal punto, debido a mi obstinación en proseguir las exigencias que me he impuesto (entre otras la de continuar fiel a este principio), a tal punto que ya no sé verdaderamente cómo arreglármelas— a pesar de todo, repito, bendigo este principio con todo mi ser.
En cuanto a las dificultades derivadas de esto en mi vida ordinaria, no dejaré de referirme a ellas al final del libro, si es que llego a aguantar un mes más.
Explicaré también por qué he empleado la expresión «que se agravan día a día según una constante conforme a las leyes».
Y la explicaré con la mejor disposición ya que ésta constituye un estudio de costumbres a la vez muy instructivo y de una comicidad tal, que todos los humoristas del mundo juntos no llegarían a inventar ni una décima parte de ello.
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